Seguimos siendo aquellos a quienes les cambiaron espejitos por oro, con una única opción, la cual creemos o nos hacen creer mediante una oratoria de palabras domingueras, que tenemos el derecho de votar por un representante. Lo cual tiene algo de validez, sin embargo lo que realmente obtenemos es un gabinete de agentes manipulados por un cerebro mas alto que maneja los intereses de quien le patrocina.
A sabiendas que las promesas nunca se cumplirán, que no es necesario que nos firmen ningún documento para llevar a cabo lo que considero es su trabajo, que la palabrería rebuscada y rimbombante, aunada al tonito semicantado muy al estilo salinista, donde nuestro oído es dulcemente encantado y nuestros ojos se tiñen con un brillo de esperanza. Cuando la palabra “Cambio” deja de ser lo único que en algunas ocasiones traemos en el bolsillo, y pasa a formar parte de un glosario donde el significado se refiere al crecimiento económico en primer plano (no se puede vislumbrar un futuro con el estomago vacio y carencias en la casa), educativo, cultural… En fin un desarrollo integral, donde el que no tenga es porque no quiere, no porque aunque pueda, no haya.
No exijamos mejores gobernantes, mejor demos un esfuerzo por entender el plano donde estamos parado, las consecuencias de nuestras acciones, el resultado de nuestros sacrificios y el rumbo que queremos tomar. Este pueblo sin filosofía, es una calle sin fin, ni comienzo, un pueblo con un atraso sobrevalorado de veinte años que significó la revolución, doscientos años de una subindependecia, donde podemos existe libertad pero no hemos sido capaz de tomarla. ¿Qué festejamos?
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