Ser pendejo es ser feliz.

Andaba arreglando mi antena en el techo de mi casa, para ver el programa de Niurka ¡Como me encabrona no poder verlo a gusto! Total, ahí estaba dándole de gritos a mi vieja para que me orientara

- ¿Ya quedo? ¿Ya se ve chido? ¡Chinga contesta!-


Hasta que me acordé que no estaba. Poniendo mi cara de listo me senté en la orilla de la azotea, dejando que mis extremidades colgaran libremente en el vacío. Desde ahí podía ver la inmensidad de mi localidad, los calzones guindados en los tendederos, las cosas que todos tenemos pero ya no sirven, pese a todo guardamos en la azotea con la esperanza de que algún día le encontraremos alguna utilidad. Los perros de los vecinos me ladraban incesantes desde su pequeño patio de 2 metros cuadrados…Pendejos. ¿Para qué tienen perro si ni tienen espacio para tenerlo?... Hasta que recordé que mi hija también tiene uno.

¡Me carga la chingada! ¿A qué hora llegara mi vieja? Me estoy perdiendo el programa de Niurka. De repente mis tripas emitieron un sublime sonido, afín al bramido de Godzilla; señal inequívoca de mi avidez por alimento. Sin embargo no pensaba saciar mi apetito hasta que consiguiera una nítida imagen de Niurka. Mi esposa seguía sin llegar y yo me quemaba bajo el sol de primavera. El brillo del sudor relucía en mi frente y mi boca guardaba una saliva tan diluida que tenia la consistencia de la jalea y el gusto de un perro muerto. Pero no pensaba bajar a tomarme una caguama con mis alimentos hasta que consiguiera que la televisión me proporcionara una placentera imagen de mi gurú. 



Tan vacilante estaba cuando me percate que el vecino gritaba con gran magnitud e incluso con un tono severo, señal de un encabronamiento habitual con su cónyuge. No acababa de terminar su frase mi vecino, cuando se escucharon dos secos golpes, indicando que su vieja nuevamente lo había madreado. ¡Cuánta pinche violencia! Me dije, moviendo la cabeza. No sé en qué momento una humedad en mi mano izquierda reactivo mis pensamientos, asombrosamente nunca me quede dormido, nunca estuve inconsciente, ni desmayado, simplemente seguía sentado en la orilla del techo con mis patas colgados y moviéndose en un vaivén rítmico, lo único que había cambiado era que el sol ya no estaba quemando mi rostro, ahora con la tenue luz de la luna, los focos de los vecinos y las lámparas en las calles apenas distinguía mi mano mojada por un generoso hilo de baba que emanaba de mi boca, no sé desde a qué hora. Sin embargo el vaivén de mis piernas colgando me provoca un efecto relajante y placentero, me sentía pleno, satisfecho y como la persona mas feliz del mundo estar solamente ahí, sentado, babeando, sin otra cosa que me preocupara más que la llegada de mi esposa, quien me ayudaría a acomodar la antena para poder ver mi programa favorito. Ahí estaría postrado, impasible y colmado.

Quizá en otro tiempo me hubiera dado cuenta que mi linda consorte emprendió hace mucho un mejor porvenir, se fue con los niños, sus cosas y una suma de golpes que le había propinado por demandarme dinero para los gastos de la casa ¡Que delicada dríade que jamás regreso! Harto me puse a beber y borracho arrepentido metí la cabeza en el horno de la estufa, sin embargo el gas se acabo sin que yo muriera, la falta de oxigeno minó mi cerebro, el alcohol de madera que bebí, disminuyo mi capacidad cerebral, tenia días sin comer porque loco, como termine, pensaba que de un momento a otro mi esposa vendría a prepararme de comer. En otro tiempo me habría dado cuenta que yo no estaba en mi azotea, si no en la azotea de algún desconocido, me habría percatado de que no tenia televisión, no obstante el programa de Niurka siempre se me hacía de lo mas aberrante; pero pendejo como quede me sentía feliz porque ignoraba todas la cosas y me creía lo que los demás me decían sin objetar puntos de vista, ahora hago los demás hacen porque pienso que esta correcto. Débil mental considero que cualquier objeto que otros creen que eleva su status social, hará crecer el mío. Me visto con mi traje de inteligente, que no es otra cosa que una camisa rasgada que dice: ¡Vota PRD! Y salgo a la calle con la sonrisa más intensa, emitiendo diálogos filosóficos brillantes y aunque me llaman loco, me siento una persona feliz.

P.D. Hoy amanece y el sol tiene un raro fulgor. HLMDP

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