Las Luchas: post sobre cómo fue la primera vez que vi al Hijo del Santo.


Creo que esta demás si empiezo diciéndoles que la lucha libre mexicana forma parte de nuestra cultura mexicana, de cómo Santo El Enmascarado de Plata, Blue Demon, El Tinieblas y hasta el Alushe se han convertido en Ídolos o personajes icónicos del pueblo. De que actualmente existen nuevos ídolos como parte de la imperante necesidad de renovación para el consumismo sin freno que tenemos, personajes como: el Místico, El Cibernétiko, Rey Misterio y muchos etcéteras que le dan nueva vida al ring y llenan ese hueco que leyendas del pancracio van dejando y que estos a su vez se convierten en nuevas leyendas.


No quiero empezar de melancólico, ni a sacar al viejito gruñón y amargado interno, pero los nuevos luchadores se me hacen unos putetes y fanfarrones. Aclaro que, de antemano reconozco que la lucha libre es más un espectáculo de acrobacia que un deporte; pero aun así los nuevos luchadores no son lo que eran antes, mucho menos si volteamos la mirada al espectáculo que nos ofrecen los gringos, el cual es mas música, luces, pirotecnia y miradas de “muy malotes” que actividad física y buenos putazos. (Ya sé que tiene muy buenas “Luchadoras”, pero ese es otro muy buen cantar).





A pesar de esto La lucha Libre atrae a los niños, como un escote atrae la mirada de los que ya no somos niños. Me acorde de esto porque a mi hijo de 3 años le regalaron una máscara, el otro día se la puso y empezó a jugar, viéndolo recordé mi primer encuentro con el Pancracio. 


No tenia más de 10 años cuando empezaron a hacer eventos de lucha libre en el pueblo, los cartelones donde aparecían los nombres de los luchadores tenía embelesados a todos mis amigos y a mí, cada 15 días un nuevo cartelón aparecía y de inmediato su efecto hipnótico nos ponía en trance total, leyendo y releyendo sus letras de colores y repasando todas la líneas de los dibujos de luchadores y mascaras que los ilustraban. Los días eran diferentes, en la escuela se hablaba durante una semana de las luchas que habían tenido lugar y durante la otra semana de las que estaban por presentarse. Yo por mi parte solamente me imaginaba lo chingon que sería entrar a ver las luchas, en ese entonces no teníamos mucha lana para tragar, menos para ir a las luchas. Muchos de mis amigos se encontraban en la misma situación y nos consolábamos despelucándonos como fans de Justin Bibier a la entrada del auditorio donde se llevaban a cabo las funciones viendo llegar a los luchadores. Frenéticos les dábamos nuestros cuadernos de las tareas para que nos regalaran un autógrafo y una dedicatoria para poder presumir en la escuela. Era el ritual de muchos de nosotros esperar cada 15 días para pedir autógrafos y después soñar que éramos ídolos del ring. Los que podían entrar a la salida nos presumían las mascaras que se compraban, las había de Blue Demon Jr., The Killer, Súper Muñeco, Tinieblas, Mascara Sagrada, Rayo de Jalisco, Mil Mascaras, Canek, Octágon, Atlantis, Los Brazos, Blue Panther, en fin un chingo mas, pero sobre todo las del hijo del Santo. Recuerdo que todos los que se compraban mascaras la de rigor era la del Santo, a pesar de que el hijo del Santo nunca había asistido a luchar al pueblo… hasta que llego el día.


FUNCION DE LUJO.  Anunciaba el cartelón, El hijo del Santo se presentaría a luchar en el auditorio, pinches escuincles nos orgasmeabamos de la emoción. Los que podían entrar se relamían los bigotes de la emoción por verlo luchar y los que no, nos reservábamos el mejor cuaderno para que nos diera su autógrafo. Esos días de espera, fueron largos en su transcurrir y entre nosotros no se hablaba de otra cosa que no fuera la llegada del hijo del Santo. Todos los que tenían la máscara del hijo del Santo se la ponían y adoptaban las poses de los luchadores: cruzando los brazos y poniendo cara de chingon, o esa pose que tienen los muñequitos de plástico, donde parece que están bailando el vals con una quinceañera.



 Maaammbooo. Uh!



Esa noche de viernes, la entrada del auditorio estaba a repleta de gente esperándolo; no sé porque durante la espera otro niño un poco más grande que yo, empezó a platicarme su emoción de ver al hijo del Santo y sintió empatía conmigo, tanto que entre platicas de mocosos escuchamos los gritos que precedieron su llegada, como locos nos escurríamos entre toda la bola de chamacos para poder verlo de cerca. Creo que ha sido mi único momento de fan histérico en toda mi vida, conseguí  su autógrafo junto con mi nuevo amigo y nos retiramos de ahí en cuanto él entró al auditorio a prepararse para su función. Teníamos la emoción en nuestro corazoncillo infantil de que el Hijo del Santo había autografiado nuestras libretas, pero también la frustración de que no lo veríamos luchar. Mi nuevo amigo y Yo nos mecíamos en la rama de los mezquites que se encontraban a una calle del auditorio, consolándonos con divertidas pláticas sobre lo impresionante que hubiera sido haber entrado a verlo, hasta que de repente a mi amigo se le iluminó la cara y con una sonrisa me preguntó:


-¿En serio quieres entrar a verlo?


-Pus si, ¿A poco tú no quieres? Le respondí, a la vez que me preguntaba sobre lo que tendría en mente.


-Ya sé de dónde puedo sacar dinero pa´ entrar. Vente.


Le seguí, caminamos unas cuatro calles llegamos al mercado y cruzamos la vía del tren que atraviesa medio pueblo. Una calle mas y llegamos a nuestro destino, en todo el camino le fui pregunte y pregunte cual era el plan, ya que yo no hubiera estado de acuerdo en robar el dinero o conseguirlo de otra manera parecida, -Tu espérate y orita te digo- era lo único que me contestaba. Llegamos a una vecindad, donde me pidió que lo esperara en la entrada. Pasaron como diez minutos, cuando decidí meterme a ver qué pasaba, al fondo vi una ventana iluminada con una cortina de esas que son como de encaje y pude ver a mi amigo, hablando con una mujer. Me acerque para poder escuchar, sin embargo no oí nada pero pude ver a mi amigo llorando y a la mujer un tanto preocupada, situación que me desconcertó, decidí salir de la vecindad pensando en que mi nuevo amigo se había metido en problemas. Encamine hacia el auditorio, para ver si podía ver nuevamente a mi ídolo a la salida. No había cruzado ni una calle cuando fui alcanzado nuevamente por mi amigo quien con una sonrisota en la cara me enseño el dinero para las entradas. 


-Me tarde, porque la maestra no me quería prestar el dinero.


-¿Cuál maestra? –le pregunte.


- Fui a ver a mi maestra y le dije que había perdido el dinero de los periódicos que vendo en la mañana. Y que me iban a regañar, que tenía que pagar el dinero, si no mi papá me iba a pegar. Me puse a llorar y me dijo que si quería ella iba a hablar con mis papás para que no pegaran, por eso me tarde, para convencerla de que nomas me prestara el dinero, porque ella ya quería que fuéramos a mi casa y tuve que decirle que no fuéramos porque si no me iban a pegar más feo. Pero estaba rete terca y siempre si me prestó el dinero.


-¿Pero cómo le vamos a pagar?


- Tú no te preocupes no creo que me los cobre, me dijo que no había bronca, yo soy su consentido del salón y siempre me regala dinero a la hora del recreo y me ha dicho que si necesito algo vaya a verla. Vamos a apurarnos.


Me parecía increíble que le hubieran dado ese dinero, aun mas en no le importara gastárselos para invitarme la entrada, pero acepté la entrada a las luchas sin preguntar más. Al entrar estaban otros luchadores peleando, me quede como menso pelando los ojos viéndolos; los gritos de la gente y los golpes en la tarima sonaban como tambores  de guerra, estaba tan asombrado que perdí de vista a mi amigo. Cuando me di cuenta, no lo encontré por más que lo busqué y la lucha estelar se anunciaba. El Hijo del Santo salió con su capa plateada, la emoción lleno mi cuerpo por completo y vi su lucha emocionado, enojándome cuando lo golpeaban o su rival le hacia una llave, gritaba cuando lo ponían contra la lona y aplaudía al verlo volar. Me divertí como el enano que era, aunque ya no pude ver más a mi nuevo amigo, le agradecí que me hubiera invitado. 


Durante la semana siguiente, no existió otra cosa que las platicas sobre las luchas, pero ahora yo era participe de ellas, podía presumir de que había entrado a verlas y de las acrobacias del Hijo del Santo. Ya no era el que solamente escuchaba lo que había pasado. A partir de entonces todo era lucha libre, todos traíamos mascaras y simulábamos un ring, éramos unos chamaquitos machincueperos que solo soñaban ser luchadores y no teníamos mas pedo que esperar 15 días para ver las luchas.

P.D. Estoy tan wey que no me acuerdo de cómo se llamaba mi amigo, ni contra quien luchó ese día el Hijo del Santo. HLMDP

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