El difícil camino de hacerse hombres.


L´otro día fui en chinga a sacar dinero del cajero para comprar medio kilo de uranio, con el fin de hacer un experimento que encontré en internet, se llamaba “Como hacer una bomba atómica”, como era día de quincena la pinche cola de gente llegaba hasta la secundaria que esta como a 500 metros. Me dio un chingo de coraje porque ya llevaba como la mitad de la receta que venía en el experimento y ese retraso me ponía loco. Como tenia hueva de ir manejando hasta el otro cajero me formé resignado.


De repente llego a mi olfato ese olor a pubertad característico de cualquier secundaria, como de miadillos y cagada de escuincles que no saben todavía limpiarse la cola. ¡Oh, sí lo recuerdo muy bien! Yo de niño también fui niño, y llegaron a mi mente los recuerdos de la infancia, cuando la palabra “Bullying” no denominaba las agandalladas que, en mi caso, o ponía o me ponían. Era otra cosa (ya empiezo a hablar como ruco), los morritos no se suicidaban porque les quitabas las tortas, las peleas a la hora de la salida era cosa de todos los días, era la parte de la formación de los hombres, como en la película de “300” todo cabrón escuincle que deseara un poco de respeto debería ganárselo en un cruento combate de “chile a chile” con el que lo había agandallado. Aunque resultara perdedor o ganador, se sabía que el escuincle chamagoso que decidiera defender su honor, merecía la reputación de “Machin” y que no se dejaría chingar su lonche sin resguardarlo, sin importar que le metieran otra putiza, al fin y al cabo ya aprendería a defenderse y llegado el momento también le chingaría las tortas a los demás.


Ahora los pinches chamacos solo son un montón de maricas que en lugar de enfrentar el desafío de la vida y darse cuenta que la vida es así: dura, culera, sin ensayos y que jamás te dejara salir vivo de ella. Prefieren abandonar cualquier indicio que represente el esfuerzo de vivir y permanecer con la satisfacción que ofrece la sociedad actual; Ya no buscan llegar al cielo y alcanzar las estrellas, se conforman con papelitos brillantes cayendo a su alrededor. El mundo ya no les ofrece nada y ellos permanecen impasibles esperando su momento, sin darse cuenta que ese momento nunca existió porque lo malbarataron siguiendo modas ridículas, ídolos falsos creados por seres mundanos. Incluso los más pinches cobardes, llegan a suicidarse por no hacer el esfuerzo de vivir.


La verdad, si me acuerdo de mi infancia con alegría y la sabiduría de mi padre, quien a pesar de que no fue muy cariñoso, siempre me enseñó a ser hombre y  que para serlo, tendría que enfrentarme a lo duro de la vida. Por eso les voy a contar un cuento.

El trompo, la jareta y el trompo que no me eché.
Jugar al trompo era una actividad en la que nunca fui bueno, y sinceramente nunca fui bueno en muchas actividades, pero me gustaba un chingo jugar al trompo. Entonces juntarnos toda la bola de mocosos a jugar trompo era común en la avenida donde vivía, ahí conocías a cuanto escuincle venia de otras colonias a jugar. Una vez me puse a jugar “trompo perdido” con otro pinche escuincle, inverosímil pero me lo iba chingando, iba ganando en una competencia de trompo y a ganarle el trompo (Trofeo mas insigne para un escuincle que la corona de olivos en la antigua Grecia). Ahí estaba yo con una sonrisota de felicidad a escasos 30 centímetros del hoyo donde debía mandar al otro trompo. Un golpe más y el trompo de mi tenaz enemigo seria mío. Enredé la jareta como vaquero que se prepara para un duelo, de repente todo era silencio, el único sonido que escuchaba era el tensar de la jareta alrededor de un trompo de madera. Voltee a ver desafiante a mi adversario, quien sudaba copiosamente al saber perdido su preciado tesoro, aunado a que quedaría humillado por un escuincle de menor edad y estatura. Pude ver a mi padre recargado en el marco de la puerta, al otro lado de la avenida. Seguramente estaría orgulloso de su hijo si viera que está a un golpe de trompo para llevarse la victoria – pensé –  pero está hasta allá, ni enterado ha de estar porque seguro va llegando.


Todas las miradas se posaron en mí, levante el trompo y a punto estaba de dar el último golpe cuando el pinche chamaco recogió su trompo, y optó por no perderlo y decir que: ¡Mejor ya no juego! Pinche maricon y cobarde. ¡Ese trompo era mío! De inmediato las burlas de los demás se dejaron escuchar. Obvio que se encabronó y en el desquite me jaló mi trompo, Yo, saturado de reflejos de pantera, esquive su mano para evitar su truhan desfalco, pero la jareta se enredo en su mano. En el esfuerzo del jaloneo, recordé que mi papá estaba al otro lado de la calle por lo que le llame ruidosamente. Él, impertérrito ni se movió, mi cara se lleno de frustración, creo que lo hice notorio porque el reflejo de mi rostro le indico al cuatrero de jaretas que sería fácil quitármela, suponiéndose de mayor tamaño y con más fuerza que yo. Mi mente era una vorágine de pensamientos, no sabía si aventármele a golpes y quitarle la jarete y quedar como un héroe delante de mi padre o si con esa acción quedaría como un escuincle peleonero y merecería un regaño. Un segundo llamado a mi papá, fue el detonante para que mi rival se convenciera de que nadie me defendería y ayudado por otro, me arrebataron la jareta. Me quede, congelado, sin saber qué hacer. Mi padre, quien debía de defenderme o interceder por mí, jamás se movió, no quisiera omitir que en aquel tiempo hacerse de una jareta era algo intenso debido a nuestra situación. Triste, cruce la calle y al llegar donde estaba mi progenitor le cuestione su proceder. Limitándose a decirme –Quería ver que hacías – 

Mi tristeza y mi carácter infantil no comprendía porque no me había defendido, hasta mucho tiempo después cuanto platicando salió el tema y mi duda se disipó. Me dijo: “No te defendí, porque tú debes aprender a defender tus cosas, y no me refiero solo a lo material, no quise hacerte caso porque quería ver que tan cabron eras y para que aprendieras a que no siempre voy a estar yo para defenderte. ¿Por qué no te lo madreaste?” “Por pendejo” le conteste. 

A veces dejamos que las cosas pasen pensando que otros van a venir a arreglarnos la vida o que un Dios complaciente moverá el universo poniendo la balanza a nuestro favor. No existen los superhéroes que llegaran volando y nos rescataran al caer a un abismo, lo mejor es no acercarnos al abismo y si estamos en la orilla es necesario saber cómo agarrarnos.

P.D. A veces nos hace falta, caer para aprender a pararnos. Pero también hace falta quien nos diga en qué forma nos debemos de levantar. HLMDP

2 comentarios:

Cuaresmen1 dijo...

jajaja... entré por que quería demostrar que una JARETA es la pinche cuerda con la que se juega al trompo, quizas sinónimo de las definiciones de costura que aparecen en las primeras "gogleadas".. jajaja, salió lo tuyo con todo y foto, y por supuesto que demostré mis conocimientos infantiles. No te conozco, pero trataré de seguir tus publicaciones.. Saludos.

HLMDP dijo...

Gracias GreenP... que bueno que afirme tus conocimientos. Te espero en este blog que te hara ver el mundo de una mejor manera!

P.D. Consume HLMDP y verduras.